¿Qué mejor forma que enseñar a los niños la fundación de Roma mediante un cuento?
Loba Capitolina alimentando a Rómulo y a Remo |
Pero Amulio, que era malo, tuvo envidia de su hermano, y en
lugar de gastar el oro y plata que tenia en hacer buenas obras, se sirvió de él
para corromper los criados de Numitor e hizo encerrar a este pobre príncipe en
una cárcel para reinar en su lugar, pero no se atrevió a mandarlo matar.
Habéis de saber que Numitor tenia un hijo que llamaban Lauso
y una hija llamada Rhea, que ya eran grandes ambos. Amulio, que temía que estos
dos niños reclamasen la herencia de su padre y su libertad, hizo matar a Lauso
un día que estaba de caza en un monte extraviado, y mandó encerrar a Rhea en
una casa, donde unas muchachas estaban obligadas a mantener un fuego que jamás
debía apagarse.
Estas muchachas, que llamaban Vestales, porque estaban
consagradas a una diosa a la que dieron el nombre de Vesta, eran muy
desgraciadas porque si dejaban apagar el fuego estaban condenadas a ser
enterradas vivas. Las Vestales no debían casarse nunca.
Mas ved ahí que la joven princesa Rhea fue robada por un
hombre poderoso, de quien no nos han dicho el nombre, y al tiempo de volverla a
llevar a aquella casa donde era tan desgraciada, de orden de su tío Amulio, dio
a luz dos niños, el uno que llamaron Remo y el otro Rómulo.
El rey Amulio, luego que lo supo, se enfadó tanto que mandó
a uno de sus criados que cogiese aquellas dos criaturas y las echase al Tíber,
que es un gran río de aquella tierra; pero aquel hombre, que no era tan malo
como su amo, tuvo lástima de las criaturitas y se contentó con dejarlas en un
monte.
Sin embargo, como temía ser castigado por Amulio por no
haberle obedecido, aunque había hecho una buena acción en lugar de una mala que
le hablan mandado, le dijo que los niños habían muerto, y en efecto hubieran
perecido muy pronto por falta de alimento, si la Providencia, que vela sobre
los inocentes, no hubiera atendido a su subsistencia.
Ya habéis oído
contar que los lobos son muy malos, pues que en ciertos países cuando hace
mucho frío, llegan hasta los lugares para comerse los ganados y a los hombres que cogen descuidados; pues bien, una loba, que había perdido sus cachorros,
fue la que Dios escogió para alimentar a los niños abandonados. Aquel animal
halló a los pobres niños y en lugar de comérselos los llevó a su madriguera,
los calentó y los alimentó con su leche, lo que muy pronto los hizo fuertes y
robustos.
Mas un día los pastores que perseguían a un lobo, porque ya
sabéis que los lobos se llevan los carneros, llegaron hasta el agujero donde
estaban Remo y Rómulo. La loba huyó al acercarse los pastores quienes sorprendidos
de hallar allí dos niñitos, los llevaron consigo y los cuidaron mucho.
Remo y Rómulo crecieron estando con aquella buena gente, y
muy pronto se hicieron mozos robustos.
Aquellos pastores, que eran groseros pero honrados, no
pudieron ocuparse mucho tiempo en los huérfanos que habían adoptado, y muy en
breve Remo y Rómulo fueron conocidos en todo el país por muchachos traviesos,
turbulentos y mal educados; siempre estaban riñendo con los pastores de
aquellos alrededores, y un día se apedrearon tanto con sus vecinos, que los
guardas del rey Amulio vinieron a restablecer la paz y se llevaron a Remo a la
presencia del rey, quien por fortuna no sabía que aquel mozo era uno de los
niños que creía muertos hacía mucho tiempo.
Cuando vio Rómulo que los guardas del rey se llevaban a su
hermano, se puso furioso porque tenía un carácter muy violento, y fue todavía
mucho peor cuando un pastor llamado Fáustulo le contó que los dos eran sobrinos
de aquel rey, que los había hecho abandonar en el monte.
Al momento reunió a todos sus compañeros, y antes que Amulio
hubiese sabido su intención, corrieron todos juntos a la ciudad de Alba donde
vivía, y mataron al rey, quien merecía su suerte porque había sido injusto y
cruel con todos sus parientes. El primer cuidado de Rómulo, después de haber
libertado a su hermano, fue el de hacer salir a su abuelo Numitor de la cárcel
donde estaba detenido hacia cuarenta y dos años, y volverle la corona de la que
se había visto privado por tanto tiempo. El buen anciano tuvo mucho gozo en
verse libre, y abrazó con mucha ternura a sus nietos, a quienes no conocía
todavía. Ya os he dicho que Remo y Rómulo estaban ambos muy mal criados y como
sucede muchas veces a las gentes del campo, se fastidiaron de vivir en una
ciudad, ellos que tenían la costumbre de correr por los campos, cazar lobos y
otras fieras, y entregarse a toda clase de juegos peligrosos y alborotados; por
esto pidieron permiso a su abuelo para irse al campo con otros muchos mozos que
no eran mejores que ellos, lo que el buen hombre les concedió de buena gana,
porque muy pronto había notado que sus nietos eran demasiado bulliciosos para
estarse en una casa donde se gusta de sosiego.
Marcharon pues Remo y Rómulo, y como no sabían en qué pasar
el tiempo, se pusieron a edificar una ciudad, donde querían fijarse con sus
compañeros.
Un día que Rómulo estaba haciendo un hoyo para la nueva
ciudad llegó su hermano, y riñeron mucho tiempo para saber quién daría el
nombre a aquella ciudad; en fin, convinieron y decidieron que aquel de los dos
que pasado un momento viese mayor número de buitres, aves muy comunes en aquel
país, daría a la ciudad el nombre que quisiera.
Remo declaró al momento que había visto seis buitres, y
Rómulo sostuvo que había visto doce. Esto dio lugar a otra nueva disputa entre
los dos hermanos, que hubieran debido amarse y ceder mutuamente, en lugar de
pegarse como furiosos; y como Rómulo era el más terco y violento, lo que es un
defecto muy feo, se puso tan colérico al ver a su hermano saltar por mofa el
hoyo que acababa de hacer, que le tiró a la cabeza el azadón que tenia en la
mano, y le mató del golpe.
Muy pronto veréis que este crimen, que era horroroso, fue su
desgraciar, y que padeció muchos males durante su vida.
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